El Pájaro Metálico

El cielo de mi pueblo era para mi el cielo mas limpio de todos los pueblos, al menos en verano, era gratificante observar tanta diversidad de aves volar en bandadas o volar en formación V militar. A las numerosas especies ya les conocíamos los cantos y en vano tratábamos de imitarlos con nuestro chiflido. Algunas aves las cazábamos para satisfacer el capricho de comerlas, era el caso de las tórtolas y de las codornices, siendo las codornices aves que no volaban mucho pero corrían velozmente, estas las capturábamos con trampas hechas con astillas de guaduas y mucha paciencia. Lo que nunca me gusto fue ser pajarero, aun me parece una tontería tener pajaritos enjaulados que no se sabe sin cantan o es que lloran su encierro. Pero una vez escuchamos un ruido en el cielo y todos corrimos a ver de que pájaro se trataba, y era un pájaro metálico enorme, con cabeza de cristal, este pájaro sobrevolaba al pueblo y nosotros, perseguíamos su presencia con el ansia de ver donde tomaría tierra. Corríamos con algarabía creciente por calles y callejones, sin importar que nos llevamos por delante ni prestar atención a los gritos de los afectados. De pronto lo vimos dirigirse hacia la parte de atrás del pueblo, hacia la paja de Severiche, como se conocía ese potrero, de seguro bajaba allí pues cada vez volaba mas a ras del suelo.

Esta paja, destinada al cultivo de hierba para el ganado, estaba resguardada por alambre de púas, y se entraba a ella por una series de portillos estratégicamente colocados para no caminar mucho al tener que rodearla. Este portillo consistía en dos horcones dobles que servían servían de madrinas, separados entre si por unos dos metros, entre estos dos horcones se atravesaban cañas que armaban la puerta en si, unas cuatro o cinco cañas paralelas que había que quitar y poner cada vez que se entraba o se salía, lo cual era bastante engorroso. A alguien se ele ocurrió la idea de dejar solo la caña superior y con esto se arreglaba el problema y además se cumplía su cometido de no dejar entrar animales vagabundos, pues los burros no se agachan para pasar por debajo. Malicia indígena.

En mi carrera de ver donde caía el pájaro metálico y con el convencimiento de que si no lo veía me perdería un tema de conversación que demoraría mas de un mes, y sin saber que era miope, en veloz carrera traté de pasar por el portillo, con tal mala suerte que no calcule que debía agacharme y correr al mismo tiempo, y por una cabeza no pase por debajo de la caña superior que permanecía en su puesto, la cabeza era la mía y la caña soporto de frente un frentazo que le di a una velocidad de unos cinco kilómetros por hora. Ese fue mi ultimo recuerdo, no vi donde cayó el bendito pájaro, la privada fue bárbara, y fue el tema de conversación por un mes y no el pájaro metálico. A algunos amigos el pájaro los traumatizó, y así fue como uno de ellos, cuyo nombre no digo pues aun vive y es un gran medico, días después salió del pueblo para la ciudad y donde se alojaron tenían en cada habitación un abanico de techo de esos Blue Cross, y cuando la dueña lo encendió para mitigar un poco el calor, al ver las aspas girando, este muchacho del cuento pego soberano grito se metió debajo de una cama, creía que era el pájaro metálico.

En esa entonces no sabíamos que ese pájaro metálico acabaría con las demás aves del cielo de mi pueblo y acabaría con nuestros banquetes de tortolitas y codornices, dejaría sin oficio a los pajareros y arrasaría con buena parte de la fauna de corto vuelo y tranco largo. Ese pájaro metálico lo trajeron al pueblo los algodoneros, y exhibía en su costillar las letras “Helicol – Aspersiones Aéreas” y fue el precursor de más helicópteros y muchas avionetas que nos bañaron de veneno concienzudamente. Muchas veces al bañarme por la noche en casa, ya mas viejo y mi padre ya sembrando algodón, el agua quedaba verde del metil parathion, y ese olor nos perseguía por doquier. Tanto nos perseguía que jamás pude pasear a una chica en el carro de la casa pues nadie se soportaba el ambientador de la Cyanamid, empresa que producía este veneno. Por eso quizás nunca le vi gracia aprender a manejar para hacer mandados y nada mas. Luego el algodón y los pájaros metálicos se fundieron con nuestra historia y muchas veces me toco viajar en ellos para mostrar los campos, pero eso, es otra historia.

Comentarios

  1. Cuantas veces estándo pequeñito me contaste esa historia, y todavia me sonrio cuando la escucho...

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