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Recordando las navidades (Iván Buelvas)

 A partir del primero de diciembre, el barrio se pintaba de nuevos colores. Las casas se engalanaban con el color de pintura que estuviera de promoción donde Lourdes y por un momento, se escondía cualquier tristeza que hubiera habido a lo largo del año. El aire se impregnaba de pintura, pólvora, perfumes y ron. Octavio, el dueño de la tienda San José, se guardaba sus mejores mercancías para esta época. Todo un experto en marketing, hacia promociones, vendía juguetes, maquillaje y artículos para todas las edades, y lo mejor, todo se podía pagar en enero, cuando llegara el guayabo y las deudas regresaran de vacaciones.   Mientras tanto, las cuentas pendientes se apuntaban en un pedazo de cartón que casi siempre tenía en el reverso el logo de una marca de cigarrillos. Con el cobro posterior venía un almanaque con frases motivadoras para cada mes. En la casa había pasteles en Navidad. Mi abuela encargaba las hojas de vijao y durante un día completo se dedicaba a cocinar pasteles de arr

El Reloj

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    Yo nací en una época en que las horas no eran exactas y cada reloj marcaba una hora diferente. Era la época del menos, menos cuarto, menos 10, menos 20, pero nunca menos 25, no había menos 4, eso era menos 5. En esa época los relojes se atrasaban por falta de cuerda, porque eran de cuerda los relojes y se debían usar en la mano izquierda. Si la torre de la iglesia tenía un reloj, esa era la hora oficial. Todavía quedaban algunos relojes de relojera, con leontina, el de mi papá era maraca Ferrocarril de Antioquia, había que apretarle un botoncito con la uña para que abriera, aun conservo la cascara exterior y creo que con el tal mecanismo del botoncito.  Ahora todo el mundo tiene la misma hora, los relojes no se atrasan, y y no hay menos cuarto ni nada de eso, ahora son la y 45, las y 10, incluso las y 58. Antes leer la hora la enseñaban en los colegios, ahora ya esa practica no es necesario, ahora los relojes son digitales, con batería, nada de cuerda, nada de ponerle la hora de ac

La Familia

  Yo creo que la familia comenzó a regarse en firme cuando murió la abuela en el 2008. Ya Leonardo estaba en España para esa época, era el más lejano. Iván en Bogotá, estudiando aún. Los demás podíamos reunirnos con el simple esfuerzo de una caminata. Leila y Juancho, panaderos en los Caracoles; Yanice y Leonidas   con Melisa, Andrea y Luna, en el Campestre; Edgar e Ivonne en Camagüey; El Gabito y Carmen aún en las Gaviotas y yo, con los míos en el mismo barrio.   Las integraciones familiares eran más fáciles, con motivo o sin él.   Un día Juancho se va con los suyos a su Sincelejo del alma, a vivir a la finquita de Bellavista, con él se va también el Gabo, ya con Lina y Paula. Leyla y Juancho regresaron a Cartagena a reunirse con Luci y estuvieron más o menos dos años. Más tarde se van Edgar e Ivonne para la zona norte y el   año pasado, por traslado laboral de Lucia,   los Buelvas se mudaron a Montería. El Gabo se quedó viviendo en Sincelejo.   Andrea se casa y se muda a Cali d

La Casa de las Gaviotas.

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  La casa de las Gaviotas fue nuestra primera casa propia. Josefina ahorró para la cuota inicial no se ni como y Gran Ahorrar nos prestó 16 millones para la compra. La casa costo 18 millones y medio de pesos, en el 1996, año en el que nació Cristina. La reja de la calle se las pusimos nosotros y la baldosa de loas cuartos también. El día que la entregaron, me fui a dormir en ella para tomar posesión y por la alegría de tener casa propia, un sueño dificil para la época, fui con Andrés, un termo con agua y el abanico del taquito de madera. La casa fue testigo de fiestaa, de alegrias y de sinsabores. Mucha gente pasó por ella y muchos vivieron temporalmente en ellas, como los hijos de Zaida. Allí vivimos aproximadamente 22 años. Cuaa¡ndo Andrés comenzó a ganar le hizo varias remodelaciones, le cambió las baldozas por porcelanato y el cielo raso de machimbre lo reemplazó por superboard, la luz de 110 se cambió a 220 para mover el aire acondicionado.  En octubre 6 de 2018 le entregan el apa

Cuando se pagaba por leer

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  No recuerdo cuánto se pagaba en San Pedro por el alquiler de un Paquito, pero esa era mi actividad preferida, tanto que bastantes problemas me dió y muchos azotes, era más sabroso leer Paquito que estudiar. Cuando nos mudamos a Sincelejo en el 74, ya leía las novelitas de vaqueros (las había también de ciencia ficción, FBI, terror), las compraba en el parque Santander, el mismo que me las vendía luego me las cambiaba por otras que no había leído, en un negocio eterno. Con Toño me iba a Magangué, sl parque América, allí la oferta era más grande y más diversa. ¿Qué hacían los que no podían costearse el alquiler?, Leían por encima del hombro de los que estaban leyendo. Se pagaba por leer y a veces escondido. Mi última colección de Paquitos mi mamá la tiro por el hoyo de inodoro, cayeron unos de Castello Mendoza, se los tuve que pagar al doble, porque el y su hermano Hugo, peleaban más que yo. La técnica era meter los Paquitos dentro del libro de estudio, nos veían interesados en la lect

Amor Amarillo (Iván Buelvas)

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  Amor amarillo. Mi abuela era una persona mágica, de esas que van por la vida volviéndolo todo mejor, dándole más sabor a la comida o sencillamente convirtiéndolo todo en inolvidable. El punto es que, cuando yo era pequeño, ella se enamoró del color amarillo de un árbol que vio en otro barrio. De alguna manera, se las ingenió para conseguir un tallo de ese árbol y lo sembró en su terraza, y a medida que este crecía, ella fue regalándole “tallitos” a cada una de sus amigas y a quienes tenían un jardín para sembrar. A la vuelta de algunos años, durante una época, mi barrio se vestía de amarillo y a ella la invadía una felicidad enorme cada vez que podía caminar y ver el amarillo en cada rincón. Ayer, (23 de octubre)  mientras caminaba, me encontré con esta sorpresa amarilla y me emocioné un montón al pensar en ella coloreándolo todo, desde donde se encuentre, al igual que el otoño. Ayer se cumplieron 12 años sin ella pero su recuerdo me toma por sorpresa de vez en cuando.