Nostalgia de algodonales...

En estos días de calores asesinos en los cuales me ha tocado salir a caminar, a mudar el pellejo bajo los ardientes soles, entre calles y callejones, los recuerdos vienen a mi a cubrirme de nostalgia. Hay recuerdos tristes que en sus inicios fueron desgarradores, recuerdos que a mas de treinta años de su acontecer se desdibujan en sus contornos y las caras de las personas que amamos en su momento y que a pesar de la ausencia seguimos amando, se pierden por el tiempo y tengo que hacer un esfuerzo para recordar como eran sus facciones. Quizás la cura del tiempo consiste en hacernos olvidar aquello que nos hiere, quizás para curar algo verdaderamente se necesiten cien años y a lo mejor no se cura si no que el alzheimer hace lo suyo. El recuerdo vive en las anécdotas que nunca se desdibujan y van dejando como herencia a las nuevas generaciones todas las actuaciones de esas personas que vida fueron unos personajes. Esto ocurre en cada reunión de la familia donde se recuerdan para ilustración de los nuevos, todas las cosas que los abuelos y bisabuelos hicieron y que en su momento fueron festejadas no importando si ese momento era muy serio o era de mero juego. 
Siempre recordare a mi padre, hombre fuerte y bonachon con la mano siempre extendida para ayudar a alguien sin esperar nada a cambio, mamador de gallo dentro de los cánones del respeto, trabajador y amante de su familia, hombre que partió demasiado joven y al decir de la canción, "no alcanzó a ver la gloria que quería".
Siempre te recordare, no importa si tu cara se me pierde en la nebulosa de los tiempos, pero tu esencia está conmigo cada día más.



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