El taquito de madera

o de como sostener la frente en alto.

Cuando iniciábamos josefina y yo nuestra vida juntos y a puerta cerrada soñábamos con los hijos, carentes de muchas cosas menos de sueños y de calor familiar, mas de calor que de familiar, josefina se ganó diez mil pesos diseñando un periódico de Magangué. Esta plata alcanzó estrictamente para comprar un abanico Sanyo (el cual soplaba y soplaba) y un termo para el agua fría, cosas necesarias en todos los matrimonios que comienzan. Este abanico Sanyo terminó por agachar la cabeza de tanto soplar y soplar y para corregir esto, me conseguí un taquito de madera que le ponía a manera de traba para mantenerle la frente en alto. En cada viaje que el abanico hacía con nosotros, debíamos llevar el bendito taquito para que no se avergonzara y nos mirará con la cabeza gacha. Ese era el misterio del taquito, que vino a representar algo más profundo, la malicia de las soluciones simples y "mientras tanto" eternos que terminaban siendo parte integral del abano. Ese taquito pasó a ser símbolo de fortaleza cuando las cosas se ponían malucas y provocaba claudicar, ese taquito nos enseñaba que aun en las mas negras condiciones debíamos mantener la mente en alto y luchar hasta mas allá de nuestras fuerzas, ese taquito es el símbolo de mis hijos que siempre nos han impulsado a luchar sin fatiga para cumplir la ley no escrita que nos deben superar y tener aquello que nosotros no tuvimos. Ese taquito, viejo Ivan, hace parte de la historia de la familia y aun debe reposar en mi caja de herramientas.

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