Tierra nueva, Cielo nuevo

La promesa del año 2010

Ya arrancó el 2010, ya nos acostumbramos a la nueva fecha después de dañar unos cuantos cheques. También comenzó el verano en firme y pasaron ya las cabañuelas. "Digamos un requiescat por el año 2009 que pasó a formar entre los muertos y brindemos por el 2010, por que nos traiga ensueños, para que no sea su equipaje un cúmulo de amargos desconsuelos". Tierra nueva y cielo nuevos nos han sido prometidos.

Ya ha transcurrido la primera década del siglo 21, son muchas las nuevas cosas y muchas las que ya no veremos mas,al menos los que vivimos en la ciudad, entre estas últimas recuerdo algunas:

Ajogavieja: Este era un producto hecho, si mal no recuerdo, de millo, el mismo que utilizan para las Alegrías con coco y anís. Su presentación final era un carruso de papel lleno de un polvo que debíamos dejar caer dentro de nuestra garganta y este polvo al humedecerse con la saliva formaba una pasta que si el sujeto no era ágil se ahogaba al taponarsele la garganta. Esa agilidad no pertenecía a los viejos por eso se llamaba Ajogavieja.

La Galleta de Cresto: Las conocí en Rovira, corregimiento de San Pedro, por ahi sembraba mi papá algodón. Esta galleta acompañada de Kola Roman era un manjar exquisito. Se fabricaba de la corteza de un árbol llamado Cresto la cual se pulverizaba y se utilizaba como harina para fabricarlas.

Dulce de Coco: Este era un rectángulo de mas o menos uno por dos centímetros, abultado en el centro, los compraba en la tienda de la esquina de la plaza a cinco centavos la unidad, no se podían partir o morder, eran sumamente duros, así que se desgastaban saboreandolos por varias horas en la boca.

Carruso de coco: Fabricados a partir del afrecho que dejaba el coco cuando se rayaba para hacer arroz, se cocinaba con azúcar o panela y lo que resultaba se empacaba en unos carrusos identidos a los del ajogavieja, similares a un cono. Tengo una hermana que era experta en hacerlos y comercializarlos en los pasillos del colegio de las Mercedes donde estudiaba.

Parpichuela: Una especie de panocha pequeña rellena de coco o de de queso y azúcar, eran de harina de trigo, en mi pueblos las pregonaban y vendía por las calles, también se acompañaban con Kola Roman, que dicho sea de paso, era mas sabrosa antes que ahora.

Edgar me manda este aporte: "muy poco se ven las arropillas, las galletas de cresto (las que tenían mitad blanca y mitad rosada), las "bolas de López".

Los carruzos los hacía Yanice para venderlos en el colegio de las monjas, ella siempre fue mercachifle

las arropillas eran de los caminos, al llegar a Corozal, al pasar por el Bongo etc.
las galletas de cresto eran de tienda chiquita, de esas que no tienen mucho para vender pero que sus mejores clientes son los niños porque algún dulce bacano vendían, porque generalmente los hacia la dueña de la tiendecita, como las chichas de mi mama, o las bolitas de leche de Amalita, o los bocadillos de plátano de Socorrito la mama de Atalí
Las bolas de López, el pan de sal redondo bañado de color rojo, que recordaba a Lopez, que era el liberal mas conocido de la época."

Las bolas de López eran rojas porque eran un liberal tan acérrimo que hasta las bolas debía tener rojas.

Hablando de tienda chiquita me acuerdo de la tienda del señor Santa en la plaza de San Pedro, era muy pequeña que tan solo vendía cosas para niños y bolas de tamarindo que ponía en un porcelana encima del mostrador y más eran las que se robaban, con aquella crueldad de los niños. El señor Santa jamas le puso luz eléctrica a su tienda, se alumbraba con velas y la diversión de nosotros era ir a preguntarle si había hielo, entonces el salía con la tranca de la puerta para premiarnos con un garrotazo. Una vez resbale y casi me coge, de vaina no me mató ese señor. Lo mejor de todo era el nombre poético de su negocio "Tienda El Danubio Azul". El señor Santa no daba ñapa, así que la clientela juvenil era muy poca, la ñapa era el gancho para atrapar clientes y habían unos tenderos infelices que nos daban por ñapa un pedacito de jabón.

Hay otra cosa que ya no se ve y es el cacali, un polvo parecido al ajogavieja pero hecho de maíz cariaco y cacao.

Y así, muchas cosas irán desapareciendo con los abuelos que se llevaron a su tumba tantos secretos y recetas que nos deleitaban en la niñez, muchas cosas que nadie le dio importancia y nadie quizo aprender por motivos diversos. Mis hermanas ninguna aprendió el arte de bordar a maquina que mi mamá ejercía, quizas por obsoleto o pasado de moda, y eso me hace recordar los paños de los recién nacidos a los cuales mi mamá bordaba en una punta las letras de los apellidos correspondientes entrelazadas. Ahora los paños desechables, mas caros y contaminantes, vinieron a exonerar a las madres modernas de levantarse de madrugada a lavar una cantidad infinita de paños cada día y colgarlos al sol.

En mi casa se perdió la chicha de maíz fermentada con batata, la sopa de arroz, el ajonjolí, los bollitos de carne, las arepas chorreadas de maíz molido en casa y muchas cosas más que uno se va dando cuenta de que faltan cuando las necesita. Tampoco hay quien haga un remiendo magistral para darle más tiempo de vida a algo.

Por eso, me aferro a la promesa de que este año habrá Tierra Nueva y Cielo Nuevo, para relevar cosas que no se pueden retener, para recordar cosas sin que nos torturen el alma, para cerrar ciclos abiertos como heridas, para tratar de entendernos mejor con los pies puestos sobre el axioma de que todo es fugaz y quimérico. Pedir a Dios la sabiduría de Salomón para que nuestros juicios sean justos y recordar a Vito Corleone cuando enunciaba que la familia debe ser primero que todo, la de sangre y la politica.

Están en mis oraciones, todos... para que nos guíe por el camino del bien...

Comentarios

  1. el señor santa no era santo porque los levantaba a trancazos, hay cosas que todavia las encuentras en las fiestas de toros.

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