Viaje en Chiva

Solo para valientes...

La carretera que conducía de Sampues a la Villa de San Benito Abad, era una carretera destapada, polvorienta en verano y sumamente corrugada, con miles de altos y bajos, escalerillas sin fin que hacían vibrar a cualquier carro desajustandolo poco a poco hasta hacerlo dejar en la vía mas de un tornillo y muchas veces el mofle completo.

Este bus para nosotros era obligatorio, era el único que pasaba más cerca de la algodonera Villa Leyla, exactamente a una legua de distancia, en la población de San Luis, y de allí, a patica limpia.

Salía por turnos del antiguo mercado público de Sincelejo, frente a Comaderas, detrás de Recoser, era un bus de madera totalmente y sin asientos reclinables, cada asiento de tres puestos. Ventanillas no tenía, se bajaba un lona encerada si la lluvia o la polvareda lo hacían necesario y cada pasajero lo sujetaba con su codo en solidaridad para no mojarse tanto.

El bus llevaba toda clase de carga, hilos para las hamacas, mercados enteros, arroz, manteca, de todo. Esta carga regularmente iba en la parte de arriba del bus, en el techo, bien amarrada para que la escalerilla no la hiciera caer. Lo que no cabía en el techo, se acomodaba en los últimos puestos, el de los músicos, de tal suerte que cuando el bus frenaba muchas cosas salían en competencia por el pasillo del bus: limones, tomates, papas, etc. y cuando aceleraba, recorría el pasillo en forma inversa.

No faltaba quien del mareo devolviera por la ventanilla del bus todo lo ingerido, (lease guarapo, avena, pan, arroz, helado, etc), a veces no alcanzaba a sacar la cabeza y todo quedaba dentro del bus, sobre el pasillo, sobre los cojines y sobre algunos pasajeros con su caracteristico olor. Se tenía la creencia que si le acomodabas un limón partido en cruz en el pecho la persona no se mareaba, el mismo efecto producía el papel periódico y muchos no viajaban sin el Mareol, pastilla que aún venden en las terminales de buses, todavía hay gente que se marea.

Las aves de corral viajaban dentro del bus, para evitar que se ahogaran, a veces se soltaban y la barahunda era tremenda o tu ibas dormitando y sentías de pronto un picotazo en la cabeza.

Era imposible tratar de meter los pies debajo de las sillas, este era el sitio de los marranos y cuando tu te estirabas muchas veces se oía al puerco protestar.

Todo el mundo hablaba con todo el mundo, todas las noticias se comentaban y desmenuzaban, el chofer hablaba a gritos con el ayudante y con los demás pasajeros, era tan típico, que si alguien tenia que orinar, el bus paraba y lo esperaban, igual si la urgencia era del núemro dos.

EL chofer casi siempre era un tipo gordo que se abría la camisa para manejar y a la altura del ombligo, en medio de la panza, se notaba el callo que le había hecho el timón de tanto rozar por el mismo lado.

EL gordo del chofer, ignorante de las leyes de la física y menospreciando la brisa, cada cierto tiempo escupía por la ventanilla, esta saliva era llevada por la fuerza de la brisa hacia todos los pasajeros que viajaban de ese lado en la ventanilla. Cansados y molestos, le gritaban al chofer: "Mira, HP, avisa para bajar la lona..." y si fue, el conductor acata la orden y al poco rato dice "Ahi va..". todos corren y a toda prisa bajan el telón, para así evitar la salpica. EL chofer, en un esfuerzo sobrehumano, alza la nalga izquierda y deja salir sonoro, oloroso y espantoso peo que se los coge a todos atrapados como en una cámara de gases tragándose el mal olor... el madrazo fue en coro... no se.. estas eran cosas de los buses de la Villa...

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