Veinte años....

y feliz la mirada...

Mi recorrido diario entre la casa donde vivía y mi sitio de trabajo lo recorría todos los días en aproximadamente veinte minutos, no es que la distancia fuera mucha sino que el interés por llegar a cualquiera de los dos lados era muy poco: en el trabajo la rutina agobiante de cuatro paredes sin ventanas y luz artificial todo el día donde no se sabía si afuera llovía o hacia sol; en la casa la soledad de estar solo en medio de la noche y "silencio de todo, silencio de besos, silencio de mi soledad". La fuerza de la inercia estaba dispuesta a mantener ese estado infinitamente. Esa mañana como de costumbres saque fuerzas de mi apatía y me dirigí al sitio de trabajo y dentro de la rutina me pasaron una llamada donde simplemente me dijeron: "Tu hijo nació y está bien". Fue la explosión, todo cambió, mi vida antes descolorida se fue llenando de colores al igual que las películas de Disney cuando el el bien derrota al mal representados en príncipes, brujas y conjuros.

De inmediato me dirigí a la oficina del Gerente a decirle que viajaba para Sincelejo, a conocer a mi hijo que nació en la madrugada, eran las fiestas de la Candelaria, era dos de febrero y yo tenía en mi bolsillo la suma de mil quinientos pesos, justo lo del taxi y los del pasaje. El Gerente me felicito y me dio dos dias libres y ademas me regaló tres mil pesos, una fortuna para mi que ganaba el mínimo de 28 mil mas tres incluido subsidio de transporte.

Tres minutos bastaron para que recorriera la distancia entre el trabajo y la casa, el colorido mundo me mostraba cosas que nunca había visto en tanto tiempo de pasar por la misma calle y subir la misma loma, esa loma que ahora subía a la carrera en busca de mi maletín de viaje mientras en mi cabeza solo tres palabras ocupaban mis pensamientos: "Nació mi hijo".

Tres horas tardó un bus de Brasilia en llevarme a Sincelejo y con la felicidad a flor de piel entre a la habitación de la Clínica las Peñitas a ver a mi hijo, no recuerdo si salude a Jose, mi atención estaba sobre ese pequeño cuerpecito que dormía plácidamente envuelto trapos azules, lo revisé de arriba a abajo, le conté los dedos, le revisé las orejas, el ombligo, las bolitas e hice todo lo posible por que abriera los ojos. Y aunque no lo crean, los abrió y me sonrió, mi hijo, la experiencia mas hermosa que se puede tener, la bendición de Dios, pedazo nuestro que llegaba a alegrar la vida de muchos. Como a la hora salude a Jose, la vi tan hermosa, era la madre mas hermos que había visto nunca.

Cargué a mi hijo, sin temores, contra mi, su cabeza en mi mano y sus pies llegaban hasta mi codo, así lo llevé a la Notaria Primera de Sincelejo, orgulloso a mas no poder.

Gracias a Dios, veinte años después, mi hijo está conmigo, en mi casa, dándome lata pero también felicidad, ya no lo puedo cargar con un mano, ni con las dos, pero llevo viente años queriéndolo cada días más. Gracias a Dios mi hijo solo me ha dado felicidad, Gracias Dios mi hijo está sano y Gracias a Dios mi hijo aún está conmigo.

Te quiero hijo mio,

Feliz cumpleaños....

Comentarios

  1. Gracias papá, yo también te quiero mucho! aunque también me des latas díarias.

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