Que tiempos aquellos.

Aquellos tiempos de mi segunda infancia y pre adolescencia, por allá a comienzos  de la década de los 70 del siglo pasado las cosas eran más sencillas, puedo decir esto pues al pertenecer a una generación de transición entre las carentes de tecnología y la de ahora del siglo 21 que no alcanzan a abarcar toda la que existe y para los más diversos temas. Por ejemplo, mi primera conversación telefónica  la tuve a los 15 años, carro como a los 14, una grabadora de cassettes más o menos en esa época y no digamos de bicicletas y cosas más excitantes como soñar con drones.   Paulatinamente me he sumergido en algunos avances, no muchos,  algunos me dan aun cierto cacao, pero si puedo decir que tan analfabeta tecnológico no soy y no es tan duro para mi el shock del futuro. Ya pasé el trauma de perder el teclado y la unidad de CD y vinieron las USB. 

El avance más significativo ha sido en el baño. Hablando del número dos, el método más antiguo de hacerlo era acuclillado o agachado, era un método acorde con la naturaleza y poco contaminante y también un poco romántico, un placer solitario en la loma de un pozo con esa brisa sabanera que refrescaba la acción. La facilidad la daban los pantalones cortos y la ausencia de ropa interior y era un método obligatorio para los hombres pues solo para las mujeres había baños cerrados en los patios de las casas y de noche las famosas bacinillas para no atravesar el patio oscuro donde más de uno estuvo a punto de ahorcarse con los alambres de tender la ropa. En cuclillas se esperaba el desecho del bolo posalimenticio y su sonido característico al aterrizar en la madre tierra. Si estabas en la cúspide de un montículo la gravedad lo alejaba de ti  y pacientemente esperabas el otro paciente sin moverte de tu puesto entretenido en hacer dibujos en la arena con un palito. Si estabas en terreno plano dabas un salto como de sapo y adelantabas unos centímetros para seguir con la función y de esta manera quedaban en fila india. Era una relación pura con la naturaleza y la paz del momento se podía apreciar en el canto de los pajaritos o en el peor de los casos, gallinas  criollas o algún puerco mierdero te hacían  correr. Cuando terminabas la madre naturaleza te proveía de algunas hojas suaves aptas para la limpieza. Algunas persona tenían la rama de un árbol para este menester, brillante ya de  tanto uso y marcada para que otra persona no la usara, lisa y suave y sin espinas. EL materia defecado era absorbido por   la naturaleza , ya en forma de abono o en forma  de comida para animales, como el puerco y la gallina criolla o los pajaritos que espulgaban las semillas cuando el susodicho era guayabero. Te reconciliabas tu con la naturaleza.

Luego vinieron los pozos sépticos o letrinas que no eran otra cosa que un gran agujero en el suelo, con paredes de bloque y una tapa en la cual se le practica un hoyo para que el defecante se agachara o sentara (algunos tenían ya un trono primitivo)  y el bolo de inmundicia iba directo al agujero que con el tiempos e llenaba y había que sellarlo y hacer otro nuevo,  por eso los patios eran grandes. Este inodoro o excusado, tenia paredes, puerta y techo y quizá una ventana pequeña, se perdía ya aquí la idílica relación con la  naturaleza y te ahogabas con los olores tuyos y los demás antecesores. Para la limpieza ya llegaba el periódico al pueblo y se podía leer antes de usarlo. Estos excusados eran peligrosos por algunas razones: se podía partir la tapa y quedabas tu en un baño de mierda dentro del agujero o si tenías el vicio de fumar podías salir volado por el techo con una explosión. En estos huecos se podía tirar todo el material que querías esconder y que no podías quemar, en el de mi casa fue tumba de muchos cinturones, rejos y zurriagos que a las madres se les daba por llamar Mati Moreno.

A estos excusado los promotores de salud le cambiaron el viejo sistema de trono de concreto por uno de azulejo, ya conservaban algo de agua en una especie de sifón y la descarga se hacía con un balde lleno de agua, a veces eran necesarios dos pues quedaban decorados por las paredes internas.  Aquí ya se pierde algo más, ya no se oye el sonido del bolo al caer en la tierra sino que se escucha un chapuzoncito al éste caer al agua con su respectiva reacción de la gota que sube y te ayuda a limpiarte, esto si no tenias la experiencia necesaria para levantarte un poco al sentir la liberación. Entrabas al baño con el periódico, aun los que no sabían leer ni escribir, y un balde con agua suficiente para ocultar la inmundicia.  En este punto sicologicamente algo cambió en el hombre. Ese preciso instante en que todo comenzó a caer en el agua quizás sea el inicio de muchos traumas ocultos. 

Ahora tenemos los baños modernos, los ahorradores, los realmente inodoros a no ser por algún ambientador, el agua llega por una tubería y por otra se va la inmundicia transformando así una acción no contaminante en uno de los principales contaminantes de los cuerpos de agua. Las gallinas y los puercos ahora se les da Purina y nos cobran por el uso del alcantarillado donde en un solo remolino se juntan los desechos de todos los vecinos en una muestra de humildad y de igualdad. 

Que tiempos aquellos...

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