Al fin llovió

Cual escobita profesional hoy me gusté el primer aguacero grande de la temporada y limpié la terraza como pretexto para recordar una vieja afición: Bañarme en los aguaceros. Cuadro por cuadro vinieron a mi muchas cosas de la infancia, todas relacionadas con la lluvia y y todas felices. También llegaron imágenes de la adolescencia y de la vida adulta, estas si, felices unas, otras no tanto. Feliz en mi infancia cuando todo el pueblo era mi patio y por todas sus calles corríamos en ruidosa pandilla, brincando de charco en charco, buscando monedas perdidas que la lluvia desenterraba. Feliz en la adolescencia cuando llovía nos sorprendía en plena parranda de madrugada y sin importarnos nada nos dejamos empapar. Feliz de adolescente cuando llovía y la tierra se ablandaba para que el arado la hiriera y se pudiera sembrar. No tan feliz cuando los campos blanqueaban de mota y el aguacero amenazaba con  tumbar la cosecha al suelo. Sin embargo, siempre he pensado que la lluvia es un regalo de mi Dios, la lluvia renueva la tierra y la limpia, limpia los techos y refresca la atmósfera. La lluvia viene del cielo de Dios, como regalo inmenso para todos aquellos que padecen sed. Mientras pueda seguiré disfrutando de este placer sencillo y barato, de este momento que me trae lo mejor del pasado, de las cosas que cada vez nos van quedando menos. Del olor a tierra mojada y no olor a pavimento que evapora y trae más calor, olor del del verdadero barro que llegaba a los más arriba de los tobillos. olor de charco repleto de mariposas amarillas como las de Francisco Babilonia.Olor de agua corriendo hacia el mar.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Radio. Vieja Compañera de mi infancia.

El Trompo Zumbador

Tempestades, y otros fenomenos