A El, el mayor
Hay personas que salen de
nuestras vidas sin avisar, entonces es cuando se atora en la garganta todo lo
que hubiéramos querido decirle y por una circunstancia u otra jamás lo hicimos.
Con el transcurso de los años las
cosas se decantan y la claridad sobresale a la superficie, las instancias pasan
y ya no hay como retroceder y nos aferramos a lo bueno que por esa persona
hicimos cuando estaba en este mundo, sin importar si lo hecho le producía
urticaria, rabia o le arrancaba sonrisas o carcajadas.
Sin embargo, me hubiera gustado
decirle que podía contar conmigo y que todo me importaba un soberano comino.
Por lejanía geográfica lo hice por correo electrónico, jamás supe si lo recibió
o no, prefiero creer que si lo hizo.
Hoy, casi ocho años después,
buscando cosas viejas, me encontré este cuadernillo de veinticuatro hojas,
escritas de puño y letra, plasmando la soledad aplastante que debió sobrellevar
y el sufrimiento que quizá lo impulso a alejarse.
Es un documento sucinto que
contiene restos del alma de alguien vuelta jirones, desgarrada, valiente que hizo lo que tenía que hacer y que nunca
involucro a nadie de la familia en nada.
Cartagena, mayo 6 de 2016.
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